lunes, 27 de abril de 2009

10 DE CUENTOS LITERARIOS DE AJEDREZ


Foto de promoción del Ajedrez en las Escuelas.
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Cuentos de Ajedrez
David Llada, www.davidllada.com,(extractos) de:
http://blogs.periodistadigital.com/enjaque.php/2006/01/23/p10343

CUENTOS ALREDEDOR DE UN TABLERO, es el título del libro recomendado por Llada.
El autor es David Vivancos

A principios del mes pasado recibí un email de la editorial madrileña Páginas de Espuma. En él me presentaban la publicación de un libro de temática ajedrecística, Cuentos de Ajedrez alrededor de un Tablero, y amablemente solicitaban mi dirección postal para obsequiarme con un ejemplar de promoción.

Liado como estaba entre viajes y mudanzas, les di mi dirección en Asturias, y la verdad es que me olvidé del asunto. Hasta este fin de semana, que me escapé a España y al llegar, entre toda la correspondencia acumulada durante meses, encontré el libro.

Aún no he podido leerlo entero -apenas la mitad- pero me encanta. Mi visita fue muy breve, y debería haber dedicado el tiempo a diversos compromisos, trámites y gestiones, pero desde que cayó en mis manos esta pequeña joya me ha tenido enganchado. El libro publicado por Páginas de Espuma es precisamente lo que yo siempre lamenté que nadie hubiera hecho aún - y lo que muchas veces pensé en intentar por mí mismo.

Si he entendido bien, la idea original de la obra – una recopilación de relatos breves de diversos autores con el ajedrez como tema principal- corresponde a David Vivancos Allepuz.

Considero que el ajedrez es uno de los entretenimientos o deportes más literarios que existen, y sin embargo, está muy poco explotado. Es fácil sentirse decepcionado al encontrar textos creados por escritores que apenas tienen nociones del juego, o que no pueden evitar caer en los tópicos habituales. Y también es común encontrar intentos descorazonadores por parte de jugadores o aficionados que, aunque con más conocimientos en la materia, fallan estrepitosamente en lo literario.

Y es que, si ya es difícil atesorar un solo talento, más excepcional ha de ser el poseer dos. Pero Cuentos de Ajedrez alrededor de un Tablero es un ejemplo de que ese equilibrio, aunque infrecuente, puede existir. Los relatos están muy bien seleccionados, y David ha acompañado cada uno de ellos con la partida adecuada. Por ejemplo, el relato ultrabreve de Cristina Peri Rossi va seguido de una miniatura ajedrecística, majestuosa y trágica como el texto. Y mi cuento preferido, La cuestión de la Dama en el ataque Max Langue va acompañado –está de más decirlo- por una vistosa partida en esa variante.

TÍTULOS DE CUENTOS
La cuestión de la dama en el Max Lange, de Abelardo Castillo
Relatos apoyados en una esquina, de Hipólito G. Navarro
La botella, de David Vivancos Allepuz
La locura juega al ajedrez, de Enrique Anderson Imbert
El tablero de nácar, de Carmen Resino
Zugzwang, de Rodolfo Walsh
Ajedrez, de Nana Rodríguez Romero
El rey negro, de Juan José Arreola
La celada (india de rey), de Hiber Conteris
Partida, de Cristina Peri Rossi
El campeón del mundo de ajedrez, de Juan Pedro Aparicio
Una partida de bijedrez, de Miguel Ángel Mendo
La partida definitiva, de Fernanda Cano
Tablas, de Pedro Ramos

Cuentos de Ajedrez alrededor de un Tablero
www.ppespuma.com

Además de estos cuentos citados por Vivanco y por Llada, yo agregaría el de Stefan Zweig: EL JUGADOR DE AJEDREZ.

Uno de los cuentos citados por David Vivancos es este, que he copiado de internet:

EL REY NEGRO
Por Juan José Arreola

Yo soy el tenebroso, el viudo, el inconsolable que sacrificó la última torre para llevar un peón femenino hasta la séptima línea, frente al alfil y el caballo de las blancas.

Hablo desde mi base negra. Me tentó el demonio en la hora tórrida, cuando tuve por lo menos asegurado el empate. Soñé la coronación de una dama y caí en un error de principiante, en un doble jaque elemental...

Desde el principio jugué mal esta partida: debilidades en la apertura, cambio apresurado de piezas con clara desventaja... Después entregué la calidad para obtener un peón pasado: el de la dama. Después...

Ahora estoy solo y vago inútil de blancas noches y de negros días, tratando de ocupar casillas centrales, esquivando el mate de alfil y caballo. Si mi adversario no lo efectúa en un cierto número de movimientos, la partida es tablas. Por eso sigo jugando, atenido en última instancia al Reglamento de la Federación Internacional de Ajedrez, que a la letra dice: Inciso 4) Cuando un jugador demuestra que cincuenta jugadas, por lo menos, han sido realizadas por ambas partes sin que haya tenido lugar captura alguna de pieza ni movimiento de peón.

El caballo blanco salta de un lado a otro sin ton ni son, de aquí para allá y de allá para acá. ¿Estoy salvado? Pero de pronto me acomete la angustia y comienzo a retroceder inexplicablemente hacia uno de los rincones fatales.

Me acuerdo de una broma del maestro Simagin: el mate de alfil y caballo es más fácil cuando uno no sabe darlo y lo consigue por instinto, por una implacable voluntad de matar.

La situación ha cambiado. Aparece en el tablero el Triángulo de Deletang y yo pierdo la cuenta de las movidas. Los triángulos se suceden uno tras otro, hasta que me veo acorralado en el último. Ya no tengo sino tres casillas para moverme: uno caballo rey y uno y dos torre.

Me doy cuenta entonces de que mi vida no ha sido más que una triangulación. Siempre elijo mal mis objetivos amorosos y los pierdo uno tras otro, como el peón de siete dama. Ahora tres figuras me acometen: rey, alfil y caballo. Ya no soy vértice alguno. Soy un punto muerto en el triángulo final. ¿Para que seguir jugando? ¿Por qué no me dejé dar el mate pastor? ¿O de una vez el del loco? ¿Por qué no caí en una variante de Legal? ¿Por qué no me mató Dios mejor en el vientre de mi madre, dejándome encerrado allí como en la tumba de Filidor?

Antes de que me hagan la última jugada decido inclinar mi rey. Pero me tiemblan las manos y lo derribo del tablero. Gentilmente mi joven adversario lo recoge del suelo, lo pone en su lugar y me mata en uno torre, con el alfil.

Ya nunca más volveré a jugar al ajedrez. Palabra de honor. Dedicaré los días que me queden de ingenio al análisis de las partidas ajenas, a estudiar finales de reyes y peones, a resolver problemas de mate en tres, siempre y cuando en ellos sea obligatorio el sacrificio de la dama.

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